De Elser a Argala: Matar al tirano
por Daniel C. Bilbao
Fue en Munich, el 8 de noviembre de 1939. Apenas había comenzado la Segunda Guerra Mundial. Por la noche, siendo las 20:10, Hitler llegaba a la cervecería Bürgerbräu para hablar ante el círculo de amigos que habían participado del intento de golpe de estado de 1923. Su charla fue breve, y se retiró antes de que hubiera pasado una hora. Poco después, estallaba una bomba que mataba a ocho personas, y dejaba más de sesenta heridos. Se supo luego que el ciudadano Johann Georg Elser, de 36 años, había sido el autor del atentado, cuyo objetivo era matar a Hitler.
En Bremen, Alemania, en el 2003, conmemoraron solemnemente los cien años del nacimiento de Elser. Durante una semana, se desarrollaron charlas, debates, conferencias, en torno al episodio y al personaje, nacido el 4 de enero de 1903 en Hermaringen, Württemberg, y ejecutado en el campo de exterminio de Dachau, el 9 de abril de 1945.
La reivindicación alemana de Elser, se sostiene en el debatido derecho de matar al tirano. Con la figura siniestra de Hitler como referencia, a más de sesenta años de distancia del hecho histórico, numerosas personalidades alemanas no tienen duda en exaltar a Elser. ¿Aplaudirían al ciudadano que le arrojara una bomba encima a George Bush? ¿O se rasgarían las vestiduras por el magnicidio? ¿No es Bush un tirano, brutal, ignorante y criminal? Quizá, sesenta años después sería posible exponer el juicio condenatorio. Hoy no se atreverían.
Cuando la organización armada vasca ETA ejecutó al almirante Carrero Blanco, delfín del tirano que gobernaba el estado español, sólo los anarquistas saludaron la acción. Luigi Bruni, en su libro «ETA. Historia política de una lucha armada», resume: «El Presidente del Gobierno Vasco (Luis María Leizaola) afirma que la operación no podía ser atribuída a ETA porque es "impropia de hombres vascos" y porque él hubiese estado al corriente de lo sucedido. Santiago Carrillo, secretario del Partido Comunista Español, afirma que tales acciones podían ser atribuidas a la derecha y que en cualquier caso, siendo individuales, podían constituir un obstáculo a la lucha de los trabajadores... ETA-VI Asamblea, integrada en la LCR, en el número 62 de Zutik, de enero de 1964, aunque considera justa la acción del Comando Txikia, la interpreta como un gesto de venganza y represalia.»
Sólo los anarquistas, en una reivindicación de la acción directa, saludan la acción: «Frente Libertario, portavoz anarcosindicalista de la emigración y expresión militante del Movimiento Libertario que actúa dentro de España, se solidariza y saluda con efusión a los autores del atentado efectuado contra el siniestro Carrero Blanco».
Hace ya tiempo, a mediados de 1993, en las páginas del diario Página 12, de Buenos Aires, polemizaron a lo largo de varios artículos, el escritor e historiador Osvaldo Bayer y el escritor Mempo Giardinelli, sobre el derecho de matar al tirano. Giardinelli, escritor "progresista", sostuvo que nunca, en ningún caso, se podía asumir ese derecho. Por el contrario, Bayer, quien historió a los personajes y hechos más relevantes de la historia del anarquismo en Argentina, defendió ese derecho. En Argentina, no sólo no se reconoció oficialmente el derecho de enfrentar con las armas a la dictadura, sino que se eliminó el artículo de la Constitución Nacional que obligaba a los ciudadanos a armarse en defensa de esta Ley Suprema.
Si miramos el panorama actual, comprobamos que las Naciones Unidas autorizaron la invasión a Irak, reconociéndole tácitamente a Bush el derecho a causar todas las muertes necesarias en su elevada misión de descubrir armas de destrucción masiva inexistentes. Sin embargo, no le reconocerían a un ciudadano común el derecho a ejecutar al tirano para evitar la masacre que está causando en el mundo. Incluso, desde posiciones de izquierda se cuestiona la acción individual y el derecho de matar al tirano.
En Alemania, guiándonos por lo ocurrido con Elser, "Argala" sería hoy reconocido por haber encabezado el comando que voló por los aires a Carrero Blanco. Tal vez, como aquellos campesinos del cuento de Edmundo Valadés -«La muerte tiene permiso»-, sólo se trate de enfrentar a las tiranías, haciendo lo que hay que hacer y dejar que llegue el día en el que moderados demócratas reconozcan el derecho que tenían los oprimidos a liberarse de un tirano.
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Publicado en: 2007-07-15 (2262 Lecturas)
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